Bueno, la huelga ha pasado. Por donde yo vivo ha sido totalmente tibia... se veían menos coches, cierto, pero todos los comercios abrieron y se respiraba un aire de cierta normalidad apabullante.
Ahora tocan las diversas lecturas que cada uno haga de su efecto y consecuencias. Espero que los sindicatos se den cuenta de que muchos trabajadores no siguieron su propuesta. Espero que los sindicatos se apliquen a cambiar su actitud con respecto a los trabajadores, que se hagan un análisis introspectivo que dé como resultado una autocrítica real.
Los sindicatos son un elemento social imprescindible, eso no se puede dudar. Pero se han apoltronado y se han acomodado, de tal forma que a pocos convence su papel. Se quejan cuando el paro ha alcanzado niveles exorbitantes, pero no lo hicieron tres años atrás, cuando empezó a irse al traste la burbuja de bonanza capitalista. Se lee en los diversos medios escritos, cartas al director y de opinión de trabajadores que se quejan de los abusos de algunos de sus compañeros sindicalistas y liberados... pueden comprobarlo por ustedes mismos. La nube de autocomplaciencia sindical se está disolviendo. Pocos creen en ellos.
Creo que los sindicatos deberían hacer una sincera cura de humildad y de autocrítica. Como interlocutores sociales imprescindibles en nuestro mundo económico y laboral, deben recuperar una credibilidad que han perdido, cierto, pero que aún pueden recuperar. Todo depende de sus próximos movimientos.
Yo, particularmente, ya no me creo el jersey de lana gruesa de Méndez ni el aspecto de oficinista de Toxo.
Y, por ahora, nada más.